Todos hemos soñado alguna vez con encontrar un pequeño
rincón alejado del ajetreado mundo que avanza sin cesar, lo que no sabemos es
que estamos rodeados de estos maravillosos lugares que nos permiten
desconectarnos de la vida diaria dándonos chance de interactuar con la
naturaleza, con otras personas y porque no un simpático perro callejero, hoy
quiero llevarlos a uno de estos magníficos lugares que con tan solo googlear un
poco podemos evocar muchos resultados de distintos lugares donde ir, acompáñenme
a recorrer este hermoso lugar detenido en el tiempo u como prefiero llamarlo,
“un oasis entre el cemento”.
Historia del pueblito los dominicos
La historia cuenta que este sector era habitado por un
cacique indígena llamado Apoquindo el
cual mantenía un ambiente tradicional y campestre en el lugar, Pero en 1545
Pedro de Valdivia le otorgo el poder de estas tierras a su mujer Doña Inés de
Suarez.
En 1767 la familia
Canisbro adquirió el fundo y edifico una
casa junto a una capilla la cual con el tiempo fue legada a los padres de la
recoleta dominicana quienes mantuvieron
la idea original de las edificaciones logrando con el tiempo que estas
construcciones fueran declaradas monumentos nacionales por su belleza.
Se cuenta que aproximadamente en 1978 se instalaron 2
artesanos cerca de la iglesia motivando a que otros artesanos se acercasen e
instalaran sus puestos también, juntos crearon
el centro de artesanías y
construyeron sus talleres dando paso así al conocido pueblito de los dominicos.
Actualmente el pueblito de los dominicos tiene 160 talleres
de artesanos en distintas ramas como la madera, el metal, la greda, la orfebrería, el trabajo en cuero, lápiz lazuli y tantas otras que podemos encontrar dando
paseo. Un cálido y cariñoso ambiente muy familiar, donde encontramos músicos
entre sus calles, gente de todos los estrados y edades, en total el pueblito
cuenta con una superficie de 27000 hectáreas que incluyen el parque que lo
rodea, la iglesia y el sector de los talleres.
Después de esta cortísima introducción y ahora que conocen
un poco mas de este maravilloso lugar los invito a pasear conmigo y la negra
por los lugares más emblemáticos de este pequeño pueblito de artesanos.
Desde la entrada del pueblo y hasta el mas mínimo detalle es
un placer a la vista, figuras talladas en madera y en mármol rodeadas de una
contundente vegetación, llámese flores de todos colores, arboles, fuentes de
agua y por si no fuera poco un corral lleno de todo tipo de aves, pavos reales,
palomas mensajeras, patos y gallinas, nos da la bienvenida a tan carismático lugar.
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Fuente de Troncos en Jardín Bonsái |
Una
de nuestras primeras paradas es un pequeño sitio donde en realidad todo es
pequeño ya que es una exposición de arboles bonsái de muchas clases, estar
rodeado de tanta vida en pequeño me hizo sentirme grande por unos minutos, lo
malo es que el guardia de turno parece no haber tenido un buen día por lo que
me prohibió tomar fotos, pero como con la negra somos rebeldes, tomamos esta
foto de una fuente de agua construida en laminas de troncos de un grosor
bastante considerable, junto a esta exposición hay una galería fotográfica que
cambia constantemente sus exposiciones convirtiéndose en un lugar imperdible
para cualquier amante de la buena fotografía, como pequeño dato, justo entre
estas 2 salas se encuentran vitrinas con
objetos de la época de la colonia chilena, los cuales se conservan en perfecto
estado

Esta construcción está rodeada de muchos puestos artesanales
cada cual con su tema, pero en este sector predominan las antigüedades y aunque
suene algo chistoso hago referencia a sus dueños y productos a la venta.
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Alameda de álamos |
Caminando entre tanta artesanía y observando cómo los
maestros trabajaban en sus materias primas pude sentirme como en los años ya
pasados, en donde todo tenía un valor distinto ya que se hacía con cariño y no
solo importaba el dinero si no que el producto fuera de una calidad idónea y así el comprador volviese nuevamente, pocos
metros más adelante me tope con el que se convertiría mas tarde en mi lugar
favorito del pueblo, un pequeño quiosco rodeado de mesas rusticas construidas
sobre bases de arboles, fuese cual fuese la dirección donde ponía mis ojos
habían pequeños talleres y turistas de muchas nacionalidades, pero lo que me
atrapo realmente fue que todo esto era abrazado por una alameda de álamos que
otorgaban sombra y un aire fresco que me dejo maravillado, pedí un jugo con una
empanada para recuperar algo de energía ya que hacia muchísimo calor, a lo lejos
un arpa comenzó su canto al más puro estilo campestre chileno, cerré mis ojos y
la combinación de sonidos en el ambiente, aromas y el viento me transportaron
hasta la época colonial, estuve un par de minutos abrazando ese momento para
jamás olvidarlo y al abrir los ojos mi visión fue distinta, el ambiente había
cambiado y me sentí totalmente desconectado del mundo , simplemente me sentía
como en un oasis entre el cemento, esta imagen hasta el día de hoy se mantiene
en mi mente y la comparto con Uds.

El calor era sofocante y nos acercamos a un pequeño
restaurante bastante rustico y la cálida bienvenida fue una grata sorpresa,
ordene un mote con huesillo (bebida típica chilena) y llegado mi pedido, dedique
largos minutos a observar mi entorno, niños corriendo con remolinos en las
manos, jóvenes parejas paseando, familias completas disfrutando de un domingo,
por momentos me sentí partí del paisaje, parte de este ambiente perdido en el tiempo
que pocos saben disfrutar, lo que llamo muchísimo mi atención fue que el dueño
del restaurante salió a recibir a unos clientes, les entrego la carta, hizo su recomendación
del día y hasta fotos para el álbum familiar les tomo, para ser sincero no había
tenido oportunidad de apreciar eso, cada taller en sus puertas y pilares tenia
pequeños adornos y marcas características, les comparto una pareja de la
tercera edad disfrutando de aquel medio día, que como yo observaban el paso de
la gente, también les comparto una figura que llamo poderosamente mi atención..

Para finalizar este maravilloso recorrido, hemos visto que
este lugar comparte una armonía entre la selva de cemento y los resquicios del
pasado, tenemos mucho para recorrer y mirar, con buenísima gastronomía y sobre
todo la calidez de la gente que junto a la diversidad cultural lo hacen un
lugar agradable para visitar cualquier día de la semana, ya sea solo, en
pareja o familia, un lugar recomendado y para llegar, la forma más
simple es tomar el servicio de metro en línea 1 hasta estación terminal los
dominicos.
Nos gustaría saber su opinión en los comentarios y que otros lugares
querrían que visitásemos para hacer futuras entradas!
Agradecemos su tiempo y apoyo, nos vemos en una próxima
entrada.
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